jueves, 21 de junio de 2012

El espiritu que no descansa


En la brecha había un hombre que le gustaba ir a casar una noche salió a casar como siempre pero no regreso cuando lo buscaron lo encontraron en un árbol sentado como si estuviera durmiendo agachado pero cuando lo trataron de despertar se dieron cuenta que le estaba muerto pero no sabían porque lo enterraron a las dos semana en su casa se les aparece a su hija menor ella sale corriendo pero cuando llega la madre no ve a nadie llaman a u curandero el dice que su padre quiere comunicarse con ellos y que ellos deben hablar con el espíritu de el cuando se le aparece a su mujer ella le pregunta que es lo que quiere y que los deje en paz a sus hijos el se ríe y desaparece a la semana uno de sus hijo enferma de nada todos dicen que es el padre el que quiere llevárselo la madre desesperada va dónde el murió y le habla que aparezca y que no sea un cobarde para meterse con su propio hijo y llevárselo el aparece e le dice que no se lo quiere llevar sino lo quiere cuida de l que le va a pasar porque a el se lo llevo el jichi o el señor de los animales y también quiere llevárselo a su hijo pero el lo estas cuidándolo de donde esta ella le pregunta como puede salvarlo el le dice que no se bañe durante 4 días y que nunca este solo y que en la luna llena salga y grite 3 ves mi nombre y su nombre ella cumple con lo que el le dijo cuando el niño grito lo que su padre le había y se recupera muy rápido y de su espíritu de su padre nunca mas se supo nada
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El mojon con cara



Hasta mediados del siglo XVIII la calle hoy denominada Republiquetas era de las más apartadas y menos concurridas de vecindario que había en esta ciudad. Las viviendas edificadas sobre ambas aceras no seguían una tras de otra sino con la breve separación de solares vacíos separados de la vía pública por cercos de cuguchi o follaje de lavaplatos.

Hacia la primera cuadra y con frente a la acera norte de dicha calle, vivía por aquella época una moza en la flor de la edad, bonita, graciosa y llena de todos los atractivos. Su madre la mimaba y cuidaba más que a la niña de sus ojos, reservándola en mente para quien la mereciera por el lado de los bienes de fortuna, la buena posición y la edad del sereno juicio.

Pero sucedió que la niña puso los ojos y luego el corazón en un mozo que, aparte la buena estampa y los desenvueltos ademanes, nada más tenía a la vista. Cuando la celosa mamá se hubo dado cuenta de que el fulano rondaba a su joya viviente, redobló la vigilancia sobre ésta, a extremos de no dejarla salir un paso. Pero el galán resultó tan enamorado como paciente y tan firme como tenaz en conseguir el logro de sus ansiedades amorosas. Desde por la mañana hasta por la noche, ahí se estaba en la esquina, plantado y enhiesto, a la espera de que la amada asomase al corredor o siquiera a la puerta, para cambiar con ella algún tiroteo de miradas o recibir la dulce rociada de una sonrisa.

Por aquellos felices tiempos del rey había en todas las esquinas recios troncos de cuchi, a ras de las aceras, para proteger las casas de los encontrones de un carretón o servir de señal para la línea de lo edificado. Se les daba corrientemente el nombre de mojones.

La mamá de la chica, oscilando entre el celo y el recelo, apenas veía allí al quidam, despachaba su malhumor con esta frase:

-¡Ya está ahí ese mojón con cara!.

Ignorando del mote con que la presunta suegra quería burlarse de su constancia y firmeza, el enamorado, en sus largas esperas, dio en la práctica de distraerse con el mojón, mudo compañero de sus expectativas. Con el filoso trasao que llevaba al cinto, como todos los galanes de su tiempo y condición, empezó a labrar el duro palo, con miras a darle en la parte superior la forma de una cabeza humana. Como disponía de sobrado tiempo, hizo en ello cuanto pudo.

Una madrugada de ésas, advirtió la mamá, con el natural sobresalto, que la niña había desaparecido de la casa. Creyendo hallarla en palique con el aborrecido, corrió a la esquina. Pero la mimosa no estaba allí, ni en la otra, ni en las demás esquinas, ni en parte alguna de la ciudad. Paloma con ansias de volar, había alzado el vuelo con el palomo, la noche anterior.

Pero quedaba en la esquina el mojón con la cara que la paciente mano del galán había tallado en sus horas de amante espera.

Junto con la tradición, el verdadero "mojón con cara" se conservó en la esquina de Republiquetas y René Moreno, hasta el año 1947. Un tractor de Obras Públicas que raspaba la calle, lo arrancó y arrojó en donde nadie pudo saber más de él. Para reponerlo el alcalde municipal de ese entonces, don Lorgio Serrate, mandó labrar y colocar uno parecido. Es el que hoy se levanta allí, y que Dios le guarde de Obras Públicas y de modernistas y vanguardistas.

Bibliografía,
Leyendas y Casos de Santa Cruz de la Sierra.
Hernando Sanabria Fernández.
Grupo Editorial La Hoguera.

Cuentos de todos los santos


Cuentan algunas personas que cuando llega todo santo o el día de los muertos es prohibido ir a cazar o pescar porque la vez que los han hecho se han llevado un tremendo susto. Juan había ido a cazar por la noche y sus perros empozaron ha un tatú el comenzó ha cavar pero no encontraba al tatú el escuchaba como el tatú cavaba Juan agarra su punzón y suncha el siente que lo trapazo con el punzón y cuando llega hasta donde está el solo encuentra huesos de personas en ese pozo donde se metió el tatú en ese momento todo su cuerpo se adormece y sale corriendo de ese lugar por el miedo que le dio al día siguiente se va ha pescar como si nada llega al rio lanza su anzuelo el siente que un pescado muerde su anzuelo lo tira rápidamente pero el pescado es mas fuerte que el y lo jala pero el se agarra de una pequeña planta y jala con fuerza el piensa este pescado si que es grande pero cuando saca el anzuelo del agua baya sorpresa que se lleva cuando saca un atadijo negro donde había una ropa a el leda miedo y lo bota cuando iba de nuevo a tirar su anzuelo cuando de no se donde ale un hombre y le dice que buscas Juan le responde estoy pescando ten cuidado porque ha hora puedes pescar la cabeza y cera lo último que veas cuando el mira para preguntarle porque dijo eso el hombre había desaparecido ha Juan le dio miedo y dijo a mi nadie me va ha llevar carajo y se va a su casa y desde esa vez nunca mas cazo y pesco cuando era todo santo
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domingo, 17 de junio de 2012

El jiche



Cuentan que el jichi es un animal mitad culebra y mitad dinosaurio, que cuida las aguas de las lagunas más grandes que existen el departamento de Santa Cruz, cuentan que cuando la gente del pueblo malgasta el agua el jichi se sale y deja que la laguna se seque.
Dicen que el jichi era un anciano que vivía cerca de una laguna, que no dejaba que nadie se acerque a la laguna, y un día de eso él se interno a la laguna y nunca mas se lo volvió a ver, y días después vieron a un animal mitad culebra y mitad dinosaurio que se tragaba a las persona que malgastaban el agua de la laguna.
Fuente: Elaboración Propia
Guía Diario El Deber
Imagenes:Diario el Deber (modificadas)

domingo, 20 de mayo de 2012

Bibosi en Motacú


Uno de los más curiosos y pintorescos casos de simbiosis vegetal que se presentan en nuestra tierra es la del árbol llamado bibosi y la palmera motacú. Tan estrechamente se enredan uno con otro y de tal modo viven unidos, que entre las gentes simples y de sencillo pensar se da como ejemplo vivo de enlace pasional. Una vieja copla del acervo popular lo expresa galanamente.

El amor que me taladra
necesita jetapú;
viviremos, si te cuadra,
cual bibosi en motacú.
Quienes saben más acerca de ello señalan de  que la palmera es el sustento y la base de la unión, pese a su condición femenina, y el árbol es el que se arrima a ella en procura del mantenimiento y firmeza, no obstante su ser masculino. En siendo verídica la especie, y la observación del conjunto da a pensar que lo es, habría en ello material suficiente para especulaciones de orden social y hasta moral si se quiere.

Dando al sugestivo asunto otro cariz y tratando de explicarlo por el lado de lo poético-afectivo, el poeta don Plácido Molina Mostajo cantó:

El membrudo bibosi que a la palma
por entero rodea
con tal solicitud, que al fin la ahoga:
Celoso enamorado prefiriera
antes que en otros brazos a su amada,
entre los propios contemplarla muerta.

Es, precisamente, lo que dice la leyenda sobre la peregrina unión del árbol corpulento y la grácil palmera.

Dizque por los tiempos de Maricastaña y del tatarabuelo Juan Fuerte, vivía en cierto paraje de la campiña un jayán de recia complexión y donosa estampa. Amaba el tal con la impetuosidad y la vehemencia de los veinte años a una mocita de su mismo pago, con quien había entrado en relaciones a partir de un jovial y placentero "acabo de molienda".

La mocita era delgaducha y de poca alzada, pero bonita, eso sí, y con más dulzura que un jarro de miel.

No tenía el galán permiso de los padres de ella para hacer las visitas de "cortejo" formal, por no conceptuarle digno de la aceptación. Pero los enamorados se veían fuera de casa, en cualquier vera de senderos o bajo el cobijo de las arboledas.

Entre tanto los celosos padres habían elegido por su cuenta, como futuro yerno, a otro varón que reunía para serlo las condiciones necesarias. Un buen día de esos notificaron a la hija con la decisión inquebrantable y la inesperada novedad de que al día siguiente habrían de marchar al pueblo vecino para los efectos de la boda.

La última cita con el galán vino esa misma noche. No había otra alternativa que darse el adiós para siempre. El tomó a ella en los brazos y apretó y apretó cuanto daban sus vigorosas fuerzas... "Antes que ver en otros brazos a la amada, entre los suyos contemplarla muerta".

Referían en el campo los ancianos, y singularmente las ancianas, que el primer bibosi en motacú apareció en el sitio mismo de la última cita de aquellos enamorados.

Tradiciones, Leyendas y Casos de Santa Cruz de la Sierra.
Hernando Sanabria Fernández.